A mí siempre me ha llamado la atención del flamenco lo que le unía a otras manifestaciones culturales como el folklore popular y la literatura, su asimilación del romancero, de jarchas mozárabes, su íntima relación con autores líricos, convirtiéndose en su guarda y custodio y gracias a esto se han conservado letras muy antiguas que, como siempre digo, están vivas porque se están cantando en este mismo momento. Y esa, es su valía, no guardadas o recogidas en formato de texto; que por supuesto es importante, pero no donde deben estar, en la voz del pueblo.
Asímismo, la conexión y la semejanza o diferencia entre las distintas interpretaciones o adaptaciones de las letras por unas cantaores u otros, muchas veces influenciadas por su andadura artística que les ha llevado a distintos lugares de la geografía.
Aunque hoy en día solo se tienen en cuenta los grandes focos de Cádiz, Sevilla, Granada o La Unión, el flamenco ha recorrido todos los caminos de nuestra geografía puesto que éste iba con nuestras gentes.
El flamenco es un viajero que interactúa, lleva y trae cantes, de los lugares a donde va. Esto se traduce en un enriquecimiento cultural entre los distintos lugares geográficos donde se ha desarrollado, que ha posibilitado la incorporación de letras dedicadas a ese lugar, a su historia o a sus gentes, y que después han sido interpretadas en cualquier otro rincón de la geografía donde ese cantaor actuase. Y a la misma vez, escuchadas por otros que han vuelto a reinterpretarlas e incorporarlas a su repertorio. E incluso, esto mismo ha ocurrido con estilos autóctonos que se han ido divulgando por otras zonas y se han convertido en variaciones que han sido asimiladas por esa zona, tal como ocurre claramente en los fandangos o los tangos.
Un lugar geográfico no sólo es un marco donde transcurre la vida, también la condiciona.
"Los
cantes flamencos nacen de la expresión de vida en el hombre."
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